Siempre me gustaron,quizás demasiado,los hoteles.Extrañamente desde pequeña, entrar en uno de ellos me hacía sentir en casa.
Si le preguntáramos a mi ex-psicóloga el por qué de este,cuanto menos contradictorio sentimiento, la respuesta estaría cantanda:
la culpa es de mi madre.Por esa misma respuesta entenderéis ahora lo de ex.
Que seguramente,en alguna parte de mi omnipresente niña traumada interior,esta buena señora tenga razón y la sensación de hogar que me aporta
un lugar de paso,sin dueño fijo y concurrido de extraños,sea debido a la falta de una madre al uso.De esas que te tenían preparada la merienda al llegar a casa
para dejar la mochila,o que llenaban de olor a comida recién hecha todos los días el salón.
El caso,teorías Freudianas aparte,es que en los hoteles me siento bien.Rodeada de gente que seguramente no vuelva a ver,con la paz prefabricada de camas
hechas y toallas nuevas cada día, y sumergida en una rutina aparente de horas concretas para desayunar,imagino un retrato de familia que nunca dura más de un mes,pero que aún así siempre es suficiente.Y esta noche,nos hice esa fotografía,a ti y a mi,en la habitación 402 de algún lugar perfecto.
A ver,dejadme que me explique mejor,para que no haya confusiones y acabe saliendo mi madre por algún lugar....
Resulta que esta noche,he soñado con un hogar,con el retrato de una familia que ni existe ni posiblemente existirá,con la paz y la armonía de un lugar en dónde los vasos para enjuagarse van envueltos en plástico.Hoy he soñado con la perfección de una habitación de hotel en la que pudiéramos vivir tú y yo.
Era la habitación número 402,y allí todos los sueños de futuro que creía no tener se iban a hacer realidad.Como si por un momento me llamara Alicia,en alguna parte de ese sueño todo se daba la vuelta convirtiéndose en algo tan mágico como ilógico,en aquello que encaja pero es imposible,en el 204 del mismo sitio.
La cuestión es que del derecho o del revés,éramos felices,o al menos yo,y eso es mucho decir.
Mientras contemplaba aquel cuadro de nuestra vida colgado en la pared de esa habitación,aquel salón recargado que tan poco tenía que ver conmigo pero que tanto descanso me daba,vi nítidamente cómo sería todo al compartirlo contigo.Me di cuenta de que de alguna manera,si le diéramos la vuelta a lo que conocemos,a lo que creemos que es lo correcto,a lo que debe ser,a lo que creemos que somos,seguiríamos quedando tú y yo.
Lo que nos une pero sobre todo lo que nos separa era tan perfecto allí,dónde por fin encajaban las piezas,que si te lo contara jamás me creerías.
El paso del tiempo ya no me preocupaba,todo lo que pudiera pasar a partir de ese momento ya no me molestaba a la hora de dormir y por fin le puse cimientos al hogar que nunca tuve.
En la habitación 402 del hotel de algún sitio de mi futuro,dejé de castigarme.Allí te amé,y fue para toda la vida.Allí encontré lo que me falta.
Y me dí cuenta de que,para mi desconcierto,el salón que nada tenía que ver conmigo,es justo lo que necesito.Que sólo en él,empezó todo de repente a tener sentido.Y que sólo allí,contigo,todo era por primera vez,suficiente.
Así que he llegado a la conclusión inevitable de que la habitación 402 siempre será nuestra,y que la 204 siempre lo fue.Que en alguna parte de mi,siempre estaré esperando a que los sueños o la vida del revés,me permitan volver a ese lugar donde por fin te quise completamente.
Pero,como siempre hay un pero, lo que no te había contado aún,es que antes de despertarme,supongo que por miedo o por costumbre, te dejé la decisión a ti
y me aseguré de darte la llave antes de marcharme.
(Seguro que la culpa de eso también es de mi madre.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario