
Es increíble de qué manera llegan a cambiar las cosas, cómo todo acaba por transformarse. La energía, el momento, la vida, el dolor.
Aunque parezca mentira, nada, absolutamente nada desaparece completamente jamás.
Puede que a veces no nos demos cuenta de ello, y puede también que en otras muchas ocasiones sea lo único en lo que pensamos. Lo poco demasiado que podemos sentir.
Fíjate en mí, yo no soy quien fui antes de ti, y cada vez me parezco menos a quien estuve siendo todo el tiempo mientras tanto. Cuando nos enamorábamos. En aquel tiempo pasado que siempre fue mejor.
Sin embargo, ahora que todo aquello se quedó donde fuimos felices,
te sigo queriendo. De una manera irreconocible. Con las grietas y los defectos de más de cien golpes encajados aguantando la respiración. Pero queriéndote aún así.
En este momento, que ya no es el que me prometías no hace demasiado, que ya ha dejado de ser nuestro violentamente para convertirse en el suyo. En el de todos y cada uno de los mediocres seres que nunca seremos tú y yo. En un momento que no
debió jamás ser lo que es. Este, el que está pasando ahora mismo mientras oigo el goteo entristecido de una cafetera, este momento que no para, pero ya es simplemente otro, que nada tiene que ver conmigo.
Y mientras la vida sigue imparable e injusta, pero sobre todo incompleta. Sin un solo rastro de la que deseaba contigo. Sin desvíos en los que encontrarnos. Una vida que seguirá siendo vida pero que al transformarse no ha dejado un final alternativo en el que salvarnos. En el que todo se parezca a lo que amo.
Un final que no desaparece de mi mente ni de mi futuro. Ese que a pesar de modificarse y adaptarse, siempre es el mismo.
El final en el que este dolor inmenso que ahora ha pasado a ser físico, y me rompe cada poro de la piel a jirones cada vez que te tocan, que me apuñala toda la zona del pecho como reflejo a ti y me comprime de pies a cabeza dejándome inmóvil, se transforme otra vez.
Que se convierta de una vez por todas, en un final en el que el momento, la vida, el dolor y yo misma converjamos para ser lo mismo.
El único final en que todo sea como sea, es siempre contigo.
Y que entonces, nunca acabe.