sábado, 12 de noviembre de 2011

Una carta de despedida.



Contigo y solamente contigo, todo es perfecto. La línea que delimita tu cara.
El simple hecho de caminar. Las noches en vela por volver a perderte en otro sueño.
Las mañanas en las que te reencuentro. Todo lo mucho que llevamos hecho. Y lo que no, que aún lo es más. Lo feliz que has conseguido que llegue a ser. Las explosiones
de sonrisas y lágrimas. Tu olor. Los cientos de matices diferentes de tu mirada. Mi desesperación por tus besos. La exquisita conexión de nuestros defectos.
Hasta el dolor es sublime cuando lo provocas tú. No habrá nadie que me rompa de tal manera el corazón. Que lo deshaga por completo. Que con un sólo dedo pueda atravesarlo de lado a lado. Que lo desangre sin tener que morderlo. Que lo apriete entre sus manos tan desnudo y enamorado y no haya nadie que pueda volver a utilizarlo.
Pero tengo que decirte que aún así ha sido perfecto. Lo bueno y malo. Lo extraordinario y lo de todos los días. Y que aunque quiera no me arrepiento. Haga lo que haga, cualquier cosa es y será incomparable. En el amor y el odio, todos contra ti siempre saldrán perdiendo.
Así que brindemos y digámonos adiós, para siempre o por un momento, porque te quiero y siempre serás tú mi amor perfecto. O lo que otros con más suerte llaman;
el amor de mi vida.

Buenas noches y un beso.

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