
Esto no puede continuar. Algo así no lo debería aguantar nadie, ni tú ni yo, ni todo el mundo que nos rodea y lo contempla.
Debió acabar por las mismas fechas hace demasiado tiempo, pero definitivamente.
Prolongar historias que ya tienen un final predeterminado de antemano no debería estarnos permitido.
O si no que alguien me diga; ¿para qué alargar lo que no tiene solución?
Pero claro, las decisiones importantes, siempre son difíciles. Siempre vienen cargadas de cientos de preguntas, de un millón de miedos y sobre todo, del peso de lo que vendrá después de tomarlas. Ese mundo nuevo que nos aterra, del que desconocemos el efecto y temblamos por sus consecuencias.
¿Habré hecho todo lo que estaba en mi mano?
¿Habré luchado lo suficiente?
¿Me habré equivocado ahora o realmente siempre estuve equivocada?
¿Me arrepentiré y podré rectificar?
….
Y es entonces cuando todo se paraliza y la ola de frío siberiano nos cala los huesos, el alma y los recuerdos.
El invierno se prolongará como predijo la marmota, y se nos volverá a romper el corazón congelado con un sólo golpe en cualquier momento, porque deberíamos haber tenido cojones y tomado una decisión.
En el momento en que dudamos aunque sea sólo una vez el a camino elegir, ya deberíamos tirar para delante, sea cual sea la dirección.
Quizás si nos equivocamos, podríamos vivir.
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